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Irán está al borde del colapso hídrico: la capital podría quedarse sin agua en las próximas semanas

La crisis hídrica en Irán ha alcanzado niveles alarmantes. Algunos de los embalses más profundos del país se han reducido a meros estanques. La presión del agua es tan baja en ciertas ciudades que los grifos de los edificios se secan durante horas. En medio de temperaturas extremas, que el mes pasado llegaron a registrar un índice de calor de 65 grados Celsius en algunas regiones, los ciudadanos acaparan desesperadamente tanques y botellas en un intento por asegurarse el acceso a un recurso básico que ya escasea.

La situación es tan crítica que el propio gobierno advirtió que los embalses que abastecen de agua potable a Teherán —una ciudad de más de 10 millones de personas— podrían agotarse en cuestión de semanas. Las autoridades pidieron a la población reducir el consumo ante la inminente escasez total. "La crisis del agua es más grave de lo que se habla hoy, y si no tomamos decisiones urgentes, nos enfrentaremos a una situación sin solución", alertó el presidente Masoud Pezeshkian en una reunión de gabinete.

 
La emergencia se suma a una crisis energética prolongada que desde diciembre ha provocado cortes de electricidad programados en todo el país. Escuelas, universidades, oficinas públicas y fábricas se ven obligadas a cerrar o reducir sus actividades. La vida cotidiana está marcada por la incertidumbre: ni agua ni luz, en un país que todavía se recupera del impacto de la guerra de 12 días que enfrentó contra Israel y Estados Unidos el mes pasado.

En un intento desesperado por reducir el consumo de recursos, el gobierno ordenó esta semana el cierre de todas las oficinas y servicios públicos en Teherán y en más de dos decenas de ciudades. Se trató de una medida inédita que convirtió el miércoles en parte de un fin de semana largo. La vocera del gobierno, Fatemeh Mohajerani, anticipó que este tipo de cierres podrían repetirse una o dos veces por semana en el futuro y recomendó a los ciudadanos "tomarse vacaciones".

 
Pero las medidas llegan tarde. La Compañía de Agua y Aguas Residuales de la Provincia de Teherán admitió que la presión se ha reducido a niveles tan bajos que el agua no alcanza a subir más allá del segundo piso en muchos edificios. Algunos residentes aseguran que de sus grifos apenas gotea agua, lo que dificulta tareas básicas como lavar los platos o tirar la cadena del inodoro. En varias zonas, el servicio se ha interrumpido durante 48 horas consecutivas.

La compra de tanques de agua se ha disparado. En barrios acomodados como Elahiyeh, administradores de edificios reconocen que han estado días sin suministro. Uno de ellos relató que, tras conseguir un tanque, el agua almacenada se terminó en apenas dos horas. Luego recurrieron a un camión cisterna, pero descubrieron que el líquido era agua de mar contaminada, no apta para el consumo.

"Mi madre ha llenado la mitad de la cocina con botellas de agua, grandes y pequeñas, pero creo que es un error. En una crisis real, unos pocos recipientes no nos salvarán", dijo Nafiseh, una maestra de 36 años, quien, como todos los iraníes entrevistados para este artículo, pidió no revelar su apellido por temor a represalias.

Desde hace meses, los apagones diarios son parte del paisaje. Las restricciones afectan no solo a la vida doméstica, sino también al funcionamiento de la economía. A pesar de que Irán cuenta con una de las mayores reservas de gas y petróleo del mundo, la escasez energética ha forzado a racionar electricidad en sectores clave, como el industrial.

La acumulación de crisis —desde la guerra reciente hasta los sabotajes, la inflación descontrolada y la falta de servicios básicos— ha generado una sensación generalizada de colapso. Muchos ciudadanos, en entrevistas y redes sociales, dicen sentirse desamparados y dudan de que el gobierno tenga la capacidad de revertir la situación.

"Abordar solo un aspecto de la crisis es inútil; tanto la gobernanza de la electricidad como la del agua deben reformarse", afirmó Hamidreza Khodabakhshi, presidente del sindicato de ingenieros hidráulicos de la provincia de Juzestán. "Los reiterados llamados a la conservación pública, sin que las autoridades tomen medidas, culpan injustamente a los ciudadanos".

Para los expertos ambientales, el colapso actual es el resultado de décadas de políticas erróneas: manejo ineficiente de los recursos hídricos, desvío de agua hacia industrias intensivas como la siderurgia, urbanización sin planificación, sobreexplotación de acuíferos para la agricultura y una construcción indiscriminada de represas. Todo esto agravado por el cambio climático, que ha golpeado con cinco años consecutivos de sequía.

El Ministerio de Energía confirmó que las precipitaciones anuales han caído de 28 a menos de 15 centímetros en el último lustro, lo que convierte a esta sequía en la peor en medio siglo. En las represas que abastecen a la capital, las reservas se han reducido a apenas el 14 % de su capacidad.

El impacto es visible. Humedales que antes eran zonas de recreo, con navegación y pesca, ahora son desiertos de polvo y arena. Los pozos están secos. El ganado y los cultivos mueren. En muchas regiones del país, la tierra comienza a hundirse por el colapso de los acuíferos: en Teherán, algunas zonas descienden más de 30 centímetros por año.

"Recuerdo haber nadado en estos lugares cuando era chico, estaban llenos. Ahora están todos secos y vacíos, y podemos cruzarlos caminando", dijo Saeed, un empresario tecnológico de 37 años.

En el sur, las condiciones son aún más extremas. Negin, una madre de 28 años que vive en Bushehr —donde las temperaturas superan los 48°C en verano y la humedad es sofocante— contó que solo tienen agua corriente unas pocas horas al día. Los cortes eléctricos hacen casi imposible usar el aire acondicionado. "¿Cómo se supone que vivamos así?", se preguntó. "¿Qué se supone que usemos para limpiar a nuestros hijos? ¿Para lavar la ropa?".

En provincias como Juzestán, Isfahán y Sistán y Baluchistán, la escasez de agua ya había provocado en años anteriores protestas que terminaron en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Ahora, la indignación escala también en otras ciudades. En Sabzevar, al noreste, multitudes se congregaron frente a la sede del gobierno local durante varias noches seguidas gritando: "El agua, la electricidad, la vida es nuestro derecho fundamental", según mostró un video difundido por la BBC en persa.

 
Kaveh Madani, director del Instituto de Agua, Medio Ambiente y Salud de la Universidad de las Naciones Unidas, afirmó que hace una década, la escasez era leve y limitada a zonas remotas. Hoy, con Teherán y otras grandes ciudades en riesgo de sequía, la situación se parece más a una quiebra. Pero no se trata de dinero: es el agua lo que se está agotando.

Y dejó una última advertencia: "Las respuestas son caóticas, urgentes, confusas y reactivas. Lo que más me preocupa es la desigualdad. Los residentes urbanos más ricos podrán permitirse camiones cisterna o sistemas de almacenamiento. Los pobres van a sufrir la peor parte".