Oficialismo en streaming con Alejandro Fantino
Este episodio no es anecdótico, sino sintomático; la administración Milei parece haber comprendido que la macro no se disciplina sola, como prometía la ortodoxia, y que en un año electoral se impone otra lógica.

En un giro más digno de un reality que de una república, el periodista Alejandro Fantino reemplazó, transitoriamente, al vocero presidencial Manuel Adorni. No fue un cambio formal, pero sí un operativo de contención mediática. Un dato de color, se le escaparon las palabras "mandriles" y "mandrilandia", propiedad intelectual oficialista.
En plena aceleración del gasto, déficit fiscal creciente, señales de tensión cambiaria y, preocupación por el riesgo pais, el gobierno libertario decidió responder no con medidas económicas, sino con narrativa emocional. Mientras el dólar oficial rompió la barrera de los $1.280 y el déficit de cuenta corriente superaba los U$S 5.190 millones en el primer trimestre de 2025, la respuesta oficial no llegó desde el BCRA ni del Ministerio de Economía, sino desde un estudio de streaming.
Este episodio no es anecdótico, sino sintomático; la administración Milei parece haber comprendido que la macro no se disciplina sola, como prometía la ortodoxia, y que en un año electoral se impone otra lógica. Ante la falta de resultados tangibles, emerge la política del relato. Esta operación discursiva no es inocente; intenta anticiparse a una posible crisis, construyendo culpables externos -el mercado, los gobernadores, la oposición, el pasado- antes de que estalle la bomba que ellos mismos armaron.
Comunicación para tapar el déficit
El episodio protagonizado por Fantino, quien confesó haber conversado durante más de una hora con el ministro Luis Caputo, revela algo más profundo que una estrategia mediática; muestra que la coalición gobernante ya no puede sostener su relato fiscalista con datos. En los primeros cinco meses de 2025, el gasto primario creció un 4,6% en términos reales frente al mismo período de 2024.
A esto se suman transferencias a provincias que, luego de haber sido severamente recortadas, en solo cinco meses repuntaron con fuerza, alcanzando $580.000 millones, lo que equivale a una suba interanual real del 132,5%. El "Plan Platita" para gobernadores que el libertarismo juraba nunca repetir ha sido reinstalado bajo otra retórica; ahora se presenta como "corrección de desequilibrios federales".
Pero el verdadero agujero negro de las finanzas públicas no está en el gasto corriente, sino en la deuda. Según datos oficiales, se pagaron $4.400 billones y, los intereses devengados por la deuda pública alcanzaron los $23,4 billones (7% del PBI) en lo que va del año. Si se incluyen los pagos en efectivo y el déficit de caja al 30 de junio, la cifra asciende a $27,8 billones, es decir, 8,3% del PBI. La maquinaria del ajuste no logró contener el deterioro estructural del balance fiscal; lo desplazó hacia los pasivos financieros, donde los vencimientos se refinancian con tasas altísimas, a plazos cada vez más cortos, y directamente se capitalizan, trasladando el problema al futuro inmediato.
Emisión y tensiones en el sistema bancario
A contramano del discurso oficial de "emisión cero", la base monetaria creció $5,08 billones entre fines de marzo y junio de 2025. Esta expansión fue impulsada, principalmente, por la necesidad de cubrir vencimientos de deuda que no fueron renovados, y por la reducción forzada de instrumentos como las LECAPS y LEFIS.
El multiplicador monetario se comprimió por el aumento de los encajes bancarios, lo que llevó a que, aunque la base creciera un 5,6% mensual en promedio desde marzo, los agregados monetarios lo hicieran solo un 3,5% mensual. Esta política redujo la rentabilidad de los fondos "money market", generando una migración hacia depósitos a plazo fijo y cuentas no remuneradas, pero también provocó tensiones en la liquidez bancaria.
Los bancos, ante la escasez de circulante disponible y las restricciones impuestas desde el BCRA, se vieron obligados a desprenderse de LEFI y LECAP para hacerse de fondos. Esta dinámica recuerda, con inquietante precisión, el desarme forzado de LEBACs en 2018, que terminó por dinamitar el mercado de pesos y abrir la puerta a una corrida cambiaria con consecuencias inflacionarias devastadoras.
El regreso del "dólar electoral"
El mercado cambiario comienza a mostrar síntomas inequívocos de agotamiento. El 7 de julio, el tipo de cambio oficial superó los $1.280, perforando el "techo" de $1.200 que el BCRA intentaba mantener desde mayo mediante ventas en el mercado de futuros (U$S 1.537 millones en mayo y U$S 500 millones en junio). Estas intervenciones, lejos de contener la presión, la multiplicaron.
En paralelo, la demanda de divisas por parte de personas humanas alcanzó los U$S 2.262 millones en mayo. La cuenta corriente mostró un déficit de U$S 5.192 millones en el primer trimestre.
La situación es tan crítica que el gobierno ha comenzado a realizar compras spot de divisas en bloques de U$S 200 millones, achicando artificialmente la oferta en el MULC (Mercado Único y Libre de Cambios). Esta estrategia -aparentemente coordinada con operaciones mediáticas y vocerías paralelas- tiene como único objetivo estirar el ancla cambiaria hasta octubre, momento en que se jugará la gobernabilidad del modelo libertario en las urnas.
El déjà vu de 2018 y las lecciones no aprendidas
Los paralelismos con la crisis de 2018 son evidentes y preocupantes. Aquel año, el gobierno de Mauricio Macri -con el mismo equipo económico de hoy- enfrentó una corrida que terminó con un colapso del tipo de cambio. Hoy, las señales se repiten: déficits gemelos maquillados, desarme de posiciones, agotamiento de reservas, y fuga minorista (JP Morgan, 2025).
La diferencia, sin embargo, es que el contexto social actual es mucho más frágil. A ello se suma una inédita distribución del consumo-donde muy pocos gastan más y la mayoría no puede llenar el changuito-. A falta de resultados económicos, el oficialismo recurre a la propaganda, tal como lo hizo el macrismo en su ocaso.
¿Política económica o relato autoindulgente?
La maniobra de instalar a Alejandro Fantino como "vocero sentimental" del modelo no es inocente. Su mensaje se presenta como un diálogo informal con el poder, cargado de expresiones coloquiales ("mandriles", "caputito") y justificaciones emocionales, pero en realidad funciona como ensayo de discurso para lo que viene; anticipar que, si todo estalla, será por culpa de "los de siempre". No importa quiénes sean; el pasado, la oposición, los gobernadores díscolos, el FMI, o el "mercado".
Este relato se sostiene en una narrativa autoindulgente; el gobierno dice que no le prestan porque "la casta tiene miedo al cambio", no porque los déficits gemelos-real y devengado- estén desbordados. En este marco, los informes recientes de bancos como JP Morgan, Morgan Stanley y Barclays -todos aliados ideológicos del actual gobierno- son categóricos; recomiendan no invertir ni prestar más a la Argentina hasta que no haya claridad sobre el rumbo poselectoral.
Entre la ilusión y el abismo
Milei apuesta todas sus fichas a un triunfo en octubre, Caputo sabe que la situación actual se cuenta en quincenas. Las estimaciones privadas más optimistas señalan que, incluso si Milei logra una victoria amplia, el tipo de cambio podría corregirse a niveles de $1.500 o incluso $1.700 en noviembre, para absorber los desequilibrios acumulados.
En cambio, si el gobierno pierde fuerza electoral o sufre una derrota, el escenario se vuelve binario; o renuncia Caputo y se reestructura el equipo económico, o el sistema se autoajusta vía devaluación desordenada, inflación descomedida y nuevas tensiones en el mercado de deuda. En ambos casos, el relato de "la culpa es de otros" ya está en marcha, impulsado por periodistas militantes, influencers libertarios, y operadores de redes sociales.
Cierre del análisis
Mientras la economía argentina avanza hacia una posible corrección abrupta del tipo de cambio y riesgo país, el gobierno decide apostar al discurso antes que a la política económica. La explicación de Fantino no fue un accidente, ni error de comunicación; es parte de una estrategia que reemplaza enfoque técnico por storytelling emocional, en un contexto donde los indicadores ya no admiten cosmética.
La combinación de diferimiento de déficit fiscal financiado con emisión de deuda en pesos, tensiones en el mercado cambiario, vencimientos inminentes y señales explícitas del sector financiero internacional -como los reportes recientes de J.P. Morgan, Barclays y Morgan Stanley que recomiendan no invertir en Argentina- configura un escenario de alta fragilidad. Pero el gobierno no parece prepararse para corregir estos desequilibrios, sino para narrarlos; prefiere culpar a otros antes que asumir la autoría de un programa inviable.
El modelo libertario, sostenido a base de redes sociales y euforia ideológica, comienza a mostrar signos de agotamiento estructural. Ante la proximidad de las elecciones de medio término, el oficialismo parece dispuesto a todo para evitar un colapso; desde reinstalar el "Plan Platita" para gobernadores hasta operar con periodismo militante. Pero la economía no vota, reacciona. Y cuando lo hace, lo hace sin anestesia.
Por Pablo Tigani
Director de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado en UBA y universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de seis libros.
(Ámbito Financiero)