Volver al futuro
Aunque Cristina Kirchner intente hacer creer que es víctima de una conspiración de alcances planetarios para destruirla y hundir con ella una concepción política que en teoría sirvió para hacer felices a los argentinos, la condena ratificada por la Corte Suprema de Justicia no es más que un acto de dignidad del Poder Judicial de la Nación, y en particular de la veintena de magistrados que intervinieron en la construcción de este desenlace, que ayuda a creer que otro país es posible. No es que alcance, en absoluto, pero suma.
Por Sergio Schneider

El cinismo de Cristina para hacer frente a la consecuencia de sus propios actos es una nueva contribución suya a obstaculizar el camino de la Argentina hacia una democracia mejor. En su intento de negar las responsabilidades propias en los gravísimos hechos de corrupción investigados y confirmados por la justicia, alimenta lo peor del peronismo, que automáticamente sacó a desfilar a su conocida colección de zombies para advertir que nada, ni siquiera la ley, puede estar por encima de su líder de turno.
Calcinando cualquier amague de renovación y autocrítica, el PJ decidió embarcarse en una "resistencia" amenazante, que parte de la idea de que en una nación civilizada un fallo de su tribunal más importante se puede torcer a las piñas o llenando las calles de violencia, que es el mensaje nada oculto que hay detrás de la lluvia de declaraciones y expresiones varias que vienen volcando dirigentes y militantes en medios, redes y panfletos.
CONEJOS
Para quien haya seguido siquiera parte de la ruta recorrida por la Causa Vialidad, es más fácil creer en conejos que ponen huevos de chocolate en los jardines durante las Pascuas que en la inocencia de CFK. Ni siquiera hace falta repasar datos y detalles. Más que nunca rige aquello de que no hay peor ciego que aquel que no quiere ver. El grueso de la conducción peronista decidió no ver. O, al menos, actuar como si no supiera utilizar los ojos.
La consecuencia es que, una vez más, la fuerza política creada por Juan Domingo Perón decidió convertir sus problemas en un drama de toda la sociedad. Como ocurrió, de una manera mucho más grave con la interna salvaje de medio siglo atrás, cuando sus ultras de derecha e izquierda entraron en guerra dejando al resto de la población en medio del fuego cruzado (y dejando todo servido para un nuevo golpe de Estado), ahora el PJ promete "quilombo" por la pena aplicada a la monumental metida de mano en la lata de los Kirchner. La investigación habla de un perjuicio al patrimonio público de aproximadamente 84.000 millones de pesos, a valores no actualizados. Hay quienes calculan, considerando las cotizaciones de moneda extranjera en los períodos en que se cometieron los hechos, que ese monto, a valores de hoy, podría rondar los 500 millones de dólares.
Uno de los contadores de los Kirchner en los años de oro, Víctor Manzanares, declaró en una de las causas por corrupción en condición de "arrepentido". Allí contó un diálogo que mantuvo en una ocasión con Daniel Muñoz, secretario privado de Néstor. Para entonces, era parte del envío de valijas y bolsos repletos de dinero en vuelos privados y otros del Tango 01, el avión presidencial. "¿Para qué robar tanto si ya tienen el bronce?", inquirió Manzanares en rapto de incontinencia verbal. Muñoz le contestó: "No, acá nadie robó nada. Esto es la comisión que se le cobra a la Patria por hacer las cosas bien".
EL DEBATE OCULTO
La frase atribuida por Manzanares a Muñoz lleva engrampada una idea que podría ser la bandera que en realidad querría levantar el kirchnerismo, pero sin hacerlo finalmente por la brutal sinceridad que demanda: robar no está mal si lo hacen un líder o un gobierno que defiendan los intereses populares. Es, paradójicamente, un debate más honesto que el que se pretende instalar ahora. Y más inteligente, porque proclamar la ausencia de responsabilidad de CFK le quita toda seriedad a cualquier discusión.
Algunos comunicadores e intelectuales del mundo K se animaron a esbozar en los últimos años ese argumento. Básicamente, sostuvieron que medir a los gobernantes por sus niveles de decencia o corrupción en la administración del Estado es una delicadeza liberal que los grupos económicos inoculan -principalmente a través de los medios- en las burguesías locales, convirtiéndola en un telón que invisibiliza lo que realmente importa, que sería determinar si esos representantes buscan el progreso "del pueblo" o favorecer en el reparto de la riqueza a las oligarquías de vínculos multinacionales. El asunto, en términos simplificados, sería: robar, roban todos; la cuestión crucial es para qué modelo de país gobiernan. Es una disquisición que puede sonar chocante, porque parte de suponer que la corrupción en la función pública casi que ni siquiera debería ser justiciable, pero convengamos que es más seria que decir que la Causa Vialidad es una operación dirigida a proscribir a Cristina como candidata en un coto municipal bonaerense.
IR POR TODO
Sin embargo, el kirchnerismo, arrastrando al resto del peronismo, va por todo. Por todas las negaciones, digamos. Cristina no robó y Cristina lo hizo todo por la felicidad de los argentinos. La justicia, en sincronización con el gobierno de Javier Milei y los sectores "antipatria", busca castigarla por eso. Entonces, llegó el momento de patear todo. Si la Corte no es capaz de convertir en inocente a Cristina, la Corte debe recibir un escarmiento a la altura. Desde todos los flancos partidarios se habla de un país "en dictadura" y de una "resistencia" peligrosamente ambigua, porque nadie sabe exactamente qué recursos incluirá.
Para completar la escenografía, Cristina sale de tanto en tanto al balcón a saludar a quienes acampan frente al departamento de Constitución en el que pasa los días previos a la notificación formal de su condena. No pide disculpas. Se ríe y, a veces, baila. Ella y su esposo eran dueños de una varita mágica singular, que transformaba a quienes los rodeaban. Muñoz, de secretario gris pasó a potentado: compró inmuebles por más de 70 millones de dólares en los Estados Unidos. Lázaro Báez, el amigo empleado bancario, recibió obra pública hasta amasar una fortuna de más de 200 millones de dólares. El chofer de los Kirchner se convirtió en empresario de medios. El jardinero, inversor hotelero. José López, el secretario de Obras Públicas, pensando en las olimpíadas, practicaba en las madrugadas lanzamiento de bolsos con millones de dólares. ¿Cómo que "no fue magia"?
TIEMPOS
La condena a Cristina debe celebrarse no porque se trate de ella ni por su pertenencia política. En un debate en el Senado sobre la Causa Cuadernos, también relacionada con coimas en la obra pública, no se declaró explícitamente inocente. Prefirió criticar la mirada parcializada de sus acusadores. "¿Ustedes creen que la patria contratista y la cartelización de la obra pública empezó el 25 de mayo de 2003?", preguntó en agosto de 2018 a sus pares. Traducción: acá nadie se salva, la Patria siempre tuvo que pagar comisiones.
No importa que sea Cristina, no importa que sea una figura del peronismo. Importa que la justicia, quizá, haya empezado a terminar con la era de los intocables. Si tienen que caer, que caigan Cristina, Macri, Alberto, Milei, todos los que estuvieron y los que vengan. Sería como dejar atrás por fin nuestro pasado tan reiterativo, que ahora vuelve a asomar como si nunca pudiéramos salirnos de los setenta. Sería como volver al futuro. O no tanto como volver, pero al menos mirarlo por un rato a través de la ventana.
Por Sergio Schneider + (Norte Chaco)