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Barrio San Martín

Robo a plena luz del día: el barrio que conoce al ladrón pero no puede detenerlo

El sol del mediodía iluminaba la tranquila calle Belgrano al 1446, en el barrio San Martín. Era un martes como cualquier otro. Luis, peluquero y vecino del lugar, cerró su local con llave y salió apenas una hora para buscar a sus hijos al colegio. No sabía que, en ese corto lapso, alguien aprovecharía su ausencia para arrebatarle años de esfuerzo.

Una vecina fue la primera en notar algo extraño: un hombre salía con medio cuerpo por la puerta rota de vidrio del local, arrastrando una mochila y una bolsa llenas. Intentó detenerlo, gritar, hacer algo. Pero él corrió. Y nadie pudo alcanzarlo.

Minutos después, la noticia sacudía el barrio. Luis regresó y encontró su lugar de trabajo devastado: se habían llevado cinco máquinas de cortar cabello, una notebook, termos Stanley –productos que también vendía–, gorros e indumentaria. Todo, en plena luz del día. Todo, mientras el barrio respiraba con normalidad.

Pero esta historia no termina con el robo. Apenas dos horas después del hecho, Luis y su esposa publicaron la denuncia en redes sociales. Y el barrio respondió. No solo con indignación, sino con información. Nombre, apellido, domicilio. Los vecinos sabían quién era. Lo conocían. Lo habían ayudado incluso: le daban ropa, comida, dinero. Pero también lo temían. "A mí me robó", decían. "Yo le daba de comer y un día me sacó todo".

La esposa de Luis, decidida, salió a buscar al ladrón. Lo vio. Le pareció sospechoso. No lo enfrentó, estaba sola. Pero le tomó una foto. Esa imagen se volvió viral. En pocas horas, todos sabían dónde vivía el hombre: en el barrio Lote 111.

La policía y los dueños del local llegaron hasta la casa. Tocaron la puerta. La familia del sospechoso salió. Él, no. Hasta que lo vieron venir desde la esquina. Fue un segundo. Miró, vio las patrullas, los rostros conocidos… y volvió a correr. Otra vez, nadie lo pudo atrapar.

La cuenta es dolorosa: un millón ochocientos mil pesos en pérdidas. Pero quizás lo más duro sea la sensación de impunidad. Porque todos saben quién fue. Tienen su cara, su nombre, su dirección. Pero sigue libre.

En San Martín, el barrio conoce al ladrón. Lo ayuda. Le teme. Y mientras tanto, Luis barre los vidrios rotos, reorganiza su local, y trata de volver a empezar.