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Desesperante relato de un médico: "A la guardia llegan chicos que dicen que no quieren vivir más"

El presidente de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), Javier Indart, advierte que crecen los casos de autolesiones, depresión y ansiedad en niños y adolescente; habla de los efectos de la sobreexposición a las pantallas; "hay muchos trastornos vinculados con la virtualidad, como el bullying, el grooming y el sexting", dice.

Los cortes son en distintas partes del cuerpo. En ocasiones, se trata de intentos de suicidios. En todos los casos, estas autoagresiones manifiestan el sufrimiento de niños, niñas y adolescentes, una población entre la cual se advierten cada vez con más frecuencia problemas de salud mental.

"Es difícil de cuantificar porque las estadísticas son parciales en la Argentina, pero todos los pediatras que trabajamos en el ámbito público y privado no veíamos hace 10 o 15 años la cantidad de casos de situaciones de salud mental que estamos viendo", asegura Javier Indart, que lleva poco más de un año y medio como presidente de la Sociedad Argentina de Pediatría.

Indart es médico pediatra, legista y psiquiatra infantojuvenil. También es director médico del Hospital General de Niños Pedro de Elizalde, de la Ciudad de Buenos Aires, desde donde ha evidenciado este incremento de consultas a edades cada vez más tempranas. "A las guardias de los hospitales y clínicas llegan muchos niños y niñas con cortes, autolesiones. También se llega a intentos autolíticos, intentos de suicidios. Lo estamos viendo con bastante frecuencia", insiste.

—Estas autolesiones, ¿con qué cuadros de salud mental se vinculan?

—Son manifestaciones de graves depresiones. Son chicos que dicen que no quieren vivir más o tienen un sufrimiento psicológico de tal intensidad que lo que intentan es cortarse.

—¿Qué buscan con esos cortes?

—Cortarse es una estrategia que inicialmente intenta cambiar un dolor psíquico que el niño o el adolescente no lo puede manejar por un dolor somático provocado por el corte, que ese sí lo puede ver, lo puede controlar, lo puede detener inicialmente. También en estas conductas la virtualidad tiene su influencia, ya que desde algunos sitios web o redes sociales se incita a realizarlos.

—¿A qué atribuyen este aumento?

—En el caso de los adolescentes, hay muchos trastornos vinculados específicamente con la virtualidad, como son el bullying, el grooming, el sexting. El aislamiento que se dio por la pandemia hizo que se exacerbaran comportamientos vinculados a los juegos en red y a desafíos, que eran especialmente peligrosos.

—¿Por qué son tan peligrosos?

—Porque el desafío en el adolescente es parte de su desarrollo, pero en estos casos se proponían desafíos que ponían en riesgo su integridad, como el Blackout Challenge por ejemplo, que hacían que se filmaran agrediendo o violentando a compañeros. Los adolescentes son desafiantes, pero también buscan su identidad. Y para encontrar la identidad, no solamente buscan modelos exteriores, sino ser reconocidos por pares. Entonces, para ese reconocimiento hacen que lleguen a situaciones en las que incluso ponen en riesgo su vida. No se tiene dimensión del peligro de estos desafíos. Actualmente apareció el tema de las apuestas virtuales que agravó la situación.

—¿Pero no hubo al menos una merma una vez que se salió del aislamiento más estricto?

—Eso no ocurrió. Se exacerbó el uso de pantallas y el uso de redes sociales, con la aparición de nuevos fenómenos, como son las apuestas deportivas u otro tipo de ofrecimientos, que, bajo el disfraz de algo lúdico generan situaciones nocivas de las cuales es muy difícil poder salir.

El bullying en la escuela
—Usted menciona que la virtualidad propone formas nuevas de burlarse y que quizás no se registra todo el riesgo. ¿Es necesario concientizar a las familias?

—Yo creo que sí hay que hacerlo, realmente hay que concientizar que es una situación grave, que los padres tienen que ser los primeros en tener la alerta, pero que lo tiene que transmitir también a la escuela. El acoso escolar o el bullying es una situación que se da en un ámbito escolar y como tal se tiene que trabajar en el ámbito escolar. Las autoridades tienen que tomar conocimiento, tienen que tener estrategias para realizarla y para poder mitigar o, primero, decir que acá hay un problema. Uno ve en algunos videos de situaciones de acoso en el cual hay una situación de una víctima y varios victimarios, porque la verdad que los victimarios en general no es único, sino que son múltiples, lo cual lo hace a la víctima mucho más indefenso. Y que estos casos ocurren en el ámbito del aula. Hemos visto tiktoks con situaciones de lo más aberrantes y rayando claramente casos de abuso sexual, y todo esto ante la mirada de todos los integrantes del aula

—¿Qué debería hacer una familia al advertir esto?

—Esto puede ser descubierto o detectado porque el niño no quiere ir más y se lo cuenta a la madre o el padre, pero no tiene que tomarse una respuesta de manera individual. No es aconsejable que los padres participen interviniendo en defensa de su hijo increpando al acosador. Lo ideal sería que este conflicto se resuelva de una manera positiva para la víctima en la cual participe el victimario y todo el ámbito escolar; que se intente de alguna manera reparar lo sucedido, que es un concepto fundamental.

—¿Y hoy las escuelas lo comprenden? ¿Están preparadas en general para este tipo de abordajes?

—Algunas sí, otras, no. Lo que es cierto es que como terapeuta de algunos adolescentes he encontrado situaciones en las cuales se pudo revertir esta situación y otras que tuvieron un resultado negativo, que este adolescente se tuvo que ir del colegio, que es una situación que baja su autoestima, porque quiere decir que para calmar o para disminuir la violencia que ocurre con él se tuvo que mudar a otro lugar escolar porque en esa escuela no podían y de hecho lo que hay que aprender es a manejar la conflictividad escolar. El bullying es parte de la conflictividad escolar, entonces hay que conocernos y debatir en el ámbito escolar cuestiones como que no todos tenemos la misma inteligencia o capacidades, pero todos tenemos capacidades que valorar.

Más efectos del aislamiento
Indart asegura que los efectos del aislamiento durante la pandemia no se advierten solo entre adolescentes. "Estamos viendo que esta virtualidad en los niños pequeños, de 4 y 5 años, hizo que hubiera y se manifestaran retrasos en la adquisición de pautas madurativas, trastornos del neurodesarrollo y trastornos de ansiedad", advierte. "En esto mucho tuvo que ver la pandemia".

—¿Por qué la vinculación es tan directa?

—Durante un tiempo cambiamos los contactos sociales por los virtuales. Y no son lo mismo. Los niños de esta edad tienen que adquirir ciertas pautas madurativas en las áreas sociales, del lenguaje y motoras y eso se dificultaba justamente por el aislamiento y porque no es lo mismo estar delante de una pantalla que delante de una persona, la interacción es diferente. Y trajo aparejado trastornos del habla, de vinculación. Por otro lado, un tiempo de aislamiento social en que los niños que necesitaban tratamientos psicológicos no podían acceder.

—¿Esto también impactó en niños y niñas más grandes, en edad escolar?

—En los mayores de cinco, seis años, estamos viendo problemas en el desempeño escolar y problemas de déficit de atención. También vemos trastornos del desarrollo y trastornos de aprendizaje importantes en la edad escolar. El uso excesivo de pantallas trajo también dificultades en el habla y en la escritura. A su vez, en el caso de niños y niñas escolarizados, se dio un agravante de que en muchos casos el acceso a la tecnología no era equitativo, lo que incluso potenciaba el aislamiento. Había familias más aisladas que el resto porque solo tenían una computadora o teléfono para conectarse, y quizás eran tres hermanos los que las necesitaban.

Faltan especialistas
El cuadro que pinta Indart se agrava cuando se corre el foco de los trastornos de salud mental que se multiplican y se lo pone en los recursos humanos abocados a resolverlos. Desde hace al menos un par de años que se advierte en la Argentina la falta de profesionales vinculados con la salud mental infantil o adolescente.

—¿Hay hoy suficientes profesionales de la salud mental que se aboquen a niños y adolescentes?

—La respuesta claramente es no. En la Argentina, hay gran disparidad de profesionales. Y donde hay y no son suficientes son en Ciudad y algunas localidades de Buenos Aires. Pero hay provincias que tienen un único psiquiatra infantojuvenil, o hay algunas, excepcionalmente, que no tienen ninguno. Y aunque son muchos más, psicólogos o psicólogas especialistas infantojuveniles también son insuficientes.

—¿Qué limitaciones tiene un profesional de la salud mental que trabaja con adultos cuando, por falta de especialistas, debe tratar con infantes o adolescentes?

—Un niño está acostumbrado a aprender jugando. Con materiales didácticos, lúdicos, se trabaja terapéuticamente jugando, contando historias o dibujando. Y eso es justamente todo lo que se perdió en la pandemia. Los adultos, en cambio, realizamos terapia en la mayoría de los casos manteniendo un diálogo con su terapeuta.

—¿Qué hacen ante este panorama desde la Sociedad Argentina Pediatría?

—Estamos tratando de formar a nuestros pediatras en todos aquellos aspectos de la atención inicial de la crisis de salud mental que pueden llegar a las guardias. Porque en las guardias no van a ser atendidos por un psiquiatra o un psicólogo en la mayoría de los casos, van a ser atendidos por un pediatra. Entonces el cuadro de excitación psicomotriz, el cuadro de depresión, adolescentes que consultan por cortes, el intento de suicidio, son todos elementos que el pediatra tiene que estar capacitado para dar un abordaje inicial que muchas veces protege la vida que está seriamente amenazada.

—El problema es que cuando hay que hacer un tratamiento, un seguimiento, en muchos lugares no tienen a qué profesionales derivar.

—Bueno, ahí estamos en otro problema. ¿Hay suficientes centros? La respuesta también es no. Y hay muchos abordajes que tienen que ser multidisciplinarios o interdisciplinarios. Para hablar de un trastorno del neurodesarrollo tenemos que hablar de tratamiento psicológico, tratamiento psiquiátrico, a veces fonoaudiológico, abordajes de terapia ocupacional, taller de habilidades sociales, terapias asistidas con animales. Hay un sinnúmero de abordajes y claramente muchas de estas familias no tienen la posibilidad de brindarlas.

—¿Hay alternativas posibles en estos casos?

—Hay un trabajo que está haciendo desde hace dos años el Hospital Elizalde capacitando a los padres en habilidades parentales para manejar la conducta de los niños. No queda otra que agarrar y capacitar, de la misma manera en la cual a un padre con problema neumonológico se le enseña a nebulizarlo. Hay ciertos rasgos de la conducta que los profesionales pueden formar a los padres, para que estén atentos y les puedan dar una respuesta acorde. Es una intervención mediada por cuidadores: consiste en un programa de capacitación gratuito para padres de niños menores de 5 años con escaso nivel de lenguaje. Está diseñado por la OMS e incorpora los principios fundamentales de la intervención temprana en autismo, estrategias de juego y manejo conductual y herramientas para estimular la comunicación. El programa tiene un enfoque orientado a las familias y está diseñado para ser implementado por personal no especializado como parte de una red de servicios sanitarios y sociales para los niños y sus familias.

—¿Qué devolución tienen de los padres?

—Notan que lo que aprenden hace efecto en los niños: están más controlados se contienen emocionalmente mejor. Entonces los padres también. En vez de sentirse frustrados porque van de un lado a otro tratando de conseguir un recurso que la verdad que es escaso, pueden llegar a ver cómo mientras tanto pueden hacer algo como encontrar terapeutas que lo asistan. Eso es algo esperanzador en una situación clínica que es bastante desesperante, poner a los padres como gestionadores de terapias tratando de buscar aquella terapia que pueda mejorar el estado general del niño. Me parece que cuando faltan dispositivos individuales hay que procurar formar o trabajar con dispositivos grupales, en forma de talleres, en forma de tratamiento a padres. Esa es la estrategia más adecuada a la realidad que nosotros tenemos.

"El consumo de alcohol está naturalizado"
—¿Ante todo este panorama, ¿se advierte una iniciación más temprana en consumos problemáticos?

—El consumo de sustancias está en aumento. Hay muchos chicos o adolescentes que consumen y se genera un círculo vicioso en el sentido de que tienen problemas de conducta, tienen problemas de aprendizaje, son repitentes en la escuela. Y finalmente se van de la escuela, están en la vía pública con otro grupo de adolescentes que tienen su misma adicción, su mismo deseo, su mismo hábito de consumo, y al final el consumo los atrapa de tal manera que necesitan imperiosamente buscar medios económicos para procurar la droga. Y como sociedad me parece que llegamos tarde

—¿En qué sentido?

—No digo que no hay que procurar rehabilitarlo, porque creo que es una obligación de la sociedad, pero sería mucho menos costoso si estuviéramos atentos a todos los elementos que pasaron y que no fueron tenidos en cuenta.

—¿Algún consumo preocupa especialmente?

—El consumo problemático de alcohol. Lo tenemos un poco naturalizado en las fiestas o en el último primer día. Ahí uno ve con mucha preocupación que la familia es inclusive cómplice, en vez de procurar que tengan otros hábitos. Y no digo que no deba festejarse, se puede festejar perfectamente bien, pero con condiciones más saludables.

Sedentarismo
Las pantallas no solo afectan el desarrollo al limitar la interacción. "Las situaciones vinculadas al aislamiento y a la exacerbación de redes generan que muchas veces los niños o jóvenes se queden despiertos en horarios inadecuados, tengan trastornos del sueño, releguen el estudio o la lectura", advierte Indart. Y destaca que "también provoca que estemos menos proclives a la actividad física".

—¿Se advierten trastornos físicos vinculados?

—Lo más grave es que en la etapa escolar aumenta el índice de chicos con sobrepeso y obesidad. Esto va de la mano de malos hábitos alimentarios claro. En su conjunto deriva en una población que va hacia cuadros como problemas hepáticos, diabetes, hipertensión. Cuadros que pueden condicionar la movilidad de niños, y llegar hasta problemas cardiovasculares.

—Quedarse aislados, hoy, es peligroso para el cuerpo y la mente.

—Nosotros procuramos la actividad física a edades tempranas. Y adjuntamos lo que dice la Fundación Francesco Tonucci los niños deben salir a jugar, al aire libre. Sabemos que salir a las calles no está exento de riesgo, pero salir a un club o a una plaza en horarios adecuados, jugar con nuestros hijos, o promover que nuestros hijos libremente puedan jugar con otros chicos, eso es lo que hace a un psiquismo mucho más rico que el que puede darle un conocimiento de las redes, que lo que hace es entretener, pero no formar la personalidad de un niño.

Violencia intrafamiliar
"En algunas familias se generan ciertos conflictos que se resuelven violentamente. Y estar las 24 horas del día en cuatro paredes hizo que las personas que convivían ahí estuvieran llenas de conflictos que se resolvían o por medio de gritos, o por medio de cortar el diálogo, o por medio de un maltrato físico", grafica Indart.

—Lo grave era el contexto que ayudaba a que estas situaciones quedaran invisibilizadas.

—Es que no solamente el exterior era vivido en la pandemia como algo peligroso y actualmente por la inseguridad, sino que también el interior de algunas familias se convirtió en riesgoso, y en la pandemia con pocas posibilidades de pedir ayuda al exterior: estos niños, niñas y adolescentes que estaban violentados en la casa, no tenían posibilidades de ir a una escuela, ir a un club, ir a una iglesia, o simplemente ir a un parque y que se viera lo que les estaba pasando. Se generaba un círculo vicioso en los cuales las tensiones, ya sean por acciones violentas o por omisiones, no dando los estímulos adecuados, hicieron que hubiera un sinnúmero de situaciones relacionadas con la violencia. Muchos niños estuvieron en ambientes hostiles sin posibilidad de pedir ayuda. Se perdieron oportunidades de detección temprana de situaciones graves. Y ahora estamos viendo las consecuencias de situaciones no abordadas durante un tiempo en que se priorizó el aislamiento.

—¿Qué consecuencias puede tener la violencia intrafamiliar?

—Hay consecuencias a corto plazo de inclusive la muerte si se trata de un chico golpeado con traumatismos cefálico o traumatismo abdominal. También hay adolescentes que quedan embarazadas por situaciones abusivas. A largo plazo hay manifestaciones de índole psicológico, como agresividad, violencia, no reconocer a otro. También casos de depresión.

—En relación a casos de violencia en ámbitos extrafamiliares, ¿qué señales deberían generar alerta de violencia intrafamiliar?

—Cambios en el estado de ánimo, retraimiento, irritabilidad persistente, no querer concurrir a la escuela, alteraciones en el sueño, conductas de riesgo, autolesiones. Es fundamental que las familias estén atentas y se animen a consultar. A veces los chicos no expresan con palabras lo que les pasa, pero sí lo muestran con el cuerpo o con el comportamiento.

—¿La Ley Lucio puede ser una herramienta útil?

—La Ley Lucio, que tiene que ver con capacitar a profesionales en contacto con niños para detectar problemas precozmente, sin dudas es una herramienta útil, porque se necesita una formación. Pero lo primero que hay que tener en claro es que estos cuadros en la población pediátrica infantil y en niños de corta edad pueden ser los más importantes. Los casos graves que vemos nos hablan de la importancia de realizar una detección cada vez más temprana. Son los casos más difíciles pero los más necesarios de detectar, porque permite evitar daños más importantes.

LA NACION