En una misa de Gallo marcada por la pandemia, el Papa llamó a no caer en el desánimo

En una misa de Gallo marcada a fuego por la pandemia de coronavirus -que obligó a Italia a volver a ser una "zona roja" a nivel nacional, es decir, a un confinamiento total y a unas Fiestas totalmente acotadas-, el Papa llamó hoy a todos los cristianos a no caer en el desánimo, a confiar en Dios y a no temer "no salir del túnel de la prueba".
Dos horas antes de lo normal debido al toque de queda vigente en el país -que implica que nadie puede estar circulando después de las 22- y solo ante unas 150 personas, todas con barbijo -un número limitadísimo, ya que lo normal es unas 7000-, Francisco presidió una de las principales misas del año desde el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, en directa televisiva mundial y por streaming en redes sociales, la nueva modalidad impuesta por la pandemia.
"A menudo se oye decir que la mayor alegría de la vida es el nacimiento de un hijo. Es algo extraordinario, que lo cambia todo, que pone en movimiento energías impensables y nos hace superar la fatiga, la incomodidad y las noches de insomnio, porque trae una felicidad indescriptible, ante la cual ya nada pesa. La Navidad es así: el nacimiento de Jesús es la novedad que cada año nos permite nacer interiormente de nuevo y encontrar en Él la fuerza para afrontar cada prueba", dijo el exarzobispo de Buenos Aires al principio de su sermón, que giró en torno del significado de la Navidad.
"Dios viene al mundo como hijo para hacernos hijos de Dios. ¡Qué regalo tan maravilloso! Hoy Dios nos asombra y nos dice a cada uno: 'Tú eres una maravilla'. Hermana, hermano, no te desanimes. ¿Estás tentado de sentirte fuera de lugar? Dios te dice: 'No, ¡tú eres mi hijo!". ¿Tienes la sensación de no lograrlo, miedo de no estar a la altura, temor de no salir del túnel de la prueba? Dios te dice: 'Ten valor, yo estoy contigo'. No te lo dice con palabras, sino haciéndote hijo como tú y por ti, para recordarte cuál es el punto de partida para que empieces de nuevo: reconocerte como hijo de Dios, como hija de Dios", aseguró. "Este es el corazón indestructible de nuestra esperanza, el núcleo candente que sostiene la existencia: más allá de nuestras cualidades y de nuestros defectos, más fuerte que las heridas y los fracasos del pasado, que los miedos y la preocupación por el futuro, se encuentra esta verdad: somos hijos amados. Y el amor de Dios por nosotros no depende y no dependerá nunca de nosotros: es amor gratuito, pura gracia", explicó. La Nación