Alberto Fernández, entre el ajuste y el apriete
Gobernadores, intendentes, sindicalistas y líderes territoriales esperan que el Presidente reacciones, recorte la influencia de Cristina Kirchner y retome las riendas de su gobierno

"Lo lindo de esto es lo feo que se está poniendo". La frase suena extrema, revulsiva. Se le cae como al pasar a un altísimo funcionario de extracción peronista entrenado como pocos en el barro de la política. No es pura ironía. No es sarcasmo. Define un estado de ánimo, un anclaje, una expectativa. También una ilusión.
Tocar fondo siempre trae implícita una oportunidad y para el peronismo no K está todo dado para que esa "ventana de oportunidad" se abra. Hay un solo problema y no es menor. Quien dispone de la llave en cuestión es solo Alberto Fernández, el Presidente de la Nación.
Corren días turbulentos. Manda el vértigo y la incertidumbre. Días de mucha excitación política y de enorme inestabilidad económica. Preocupa el 14 de noviembre, pero más, mucho más, desvela el 15. Cualquiera que sea el resultado que arrojen las urnas ese lunes, es el día D.
"Alberto tiene que reordenar el esquema de poder. Hacerse cargo del poder. Es el momento. Es ahora o nunca".
Al menos eso es lo que sostienen los que pretenden acompañarlo en una suerte de "revoluta" al interior del oficialismo. Frente a la disgregación interna que afecta a la coalición que gobierna, aguardan que el Jefe de Estado asuma de una vez por todas el control de su gobierno, que imponga su impronta. Que cumpla con eso de gobernar con y para todos.
Una expectativa y una duda. ¿Será Alberto Fernández capaz de imponerse? ¿Tendrá lo que hay que tener para acotar a su vice y definir algún rumbo cierto para esta nave a la deriva?
"Si no ordenamos la política no hay nada". Este es el convencimiento que anima a los que se preparan para respaldar a Alberto en el caso de que tome la decisión de hacerse cargo efectivamente del poder poniendo un límite claro a Cristina Fernández de Kirchner y a todo lo que ella expresa.
Son intendentes, gobernadores, sindicalistas, líderes territoriales que sin mucho aspavientos juntan musculatura para acompañar al Presidente en el caso de que reaccione y recupere el centro del poder.
Parten de un convencimiento. La relación entre A y Cristina está terminada. definitivamente rota. El deterioro de la relación tocó fondo. La tensión entre ambos escaló al extremo. Alberto Fernández es profundamente despreciado por el núcleo duro K. Haga lo que haga, diga lo que diga, quedó fuera del planeta del cristicamporismo.
"Ella eligió a Alberto porque él estaba vacío de poder", argumentan los más ácidos.
Cristina y Máximo Kirchner creen que este gobierno ya no les sirve. Entienden que los desperfila. Que no solo les hace perder votos sino que está erosionando el núcleo duro, que a fuerza de ineficacia y errores no forzados. Tendrá que hacerse cargo en soledad del resultado electoral. Es el designado padre de la derrota.
Lo que va a pasar el 14 no es más grave que lo que pasó hasta aquí. El tema es que no hay más margen.
Es la oportunidad de destrabar un conflicto político enorme. Solo lo puede resolver Alberto, insisten. Está claro que la coalición no funciona. Que el engendro que pergeñó CFK para ganar el poder no sirve para gobernar.
Hasta donde se sabe el Presidente no tiene plan para el 15 de noviembre. Es probable que CFK tenga un plan o una decisión tomada más allá del resultado electoral. Por el momento solo se dispone de especulaciones basadas en los hechos más recientes.
Una posibilidad es la radicalización. Un cambio de Gabinete que termine plasmando la movida que la Jefa del kirchnerismo intentó imponer en septiembre cuando pretendía desplazar a todo lo que huela a albertismo llevándose puestos no solo a Martín Guzmán, sino al ministro de la Producción Matías Kulfas y al de Trabajo Claudio Moroni. La designación de Roberto Feletti iría en ese sentido. Pero no es la única alternativa con la que se fantasea.
Hay quienes no descartan que en la mochila de CFK esté pesando otra opción: la de romper y replegarse. Un refugio en el núcleo duro que frente a la adversidad que se viene le permita deslindar responsabilidades, tomar distancia de medidas tan sucias como inevitables y resguardar su capital político o lo que quede.
Una suerte de pase a la oposición interna dentro de la coalición. No parece algo imposible, aunque implicaría demasiado renunciamiento. Retirar sus funcionarios de lugares estratégicos con acceso a millonario flujo de caja y dejar a la intemperie a miles de militantes que hoy sobreviven dentro de las estructuras. Muy difícil.
En algo todos coinciden: si hay una decisión, la tomará CFK. Ella y solo ella. Máximo K, va y viene con Sergio Massa pero no decide. El tigrense tampoco estaría contando con el visto bueno de Cristina. Hay quienes aseguran que en la consideración del hiperactivo titular de la Cámara Baja reside el único punto de encuentro entre el Presidente y su Vice.
Ni CFK, ni Alberto Fernández consideran que Sergio Massa sea una persona confiable. Ese es un punto sin retorno. Un dato del pasado reciente refuerza esta certeza. En los convulsionados días de septiembre post paso, cuando la renuncia masiva de ministros y la explosiva carta de Cristina, Máximo impulsaba a Massa como Ministro de Economía y Producción, una suerte de superministro. Una idea a la que CFK le bajó el pulgar. Definitivamente no lo quiere.
Sergio Massa también está complicado por la presencia de Juan Manzur. El tucumano está dando lo mismo que él venía ofreciendo.
Se vienen días difíciles para el Jefe de Estado. Además de cargar con la derrota se va a comer un "fuerte apriete", sostienen a su alrededor. Tendrá que optar entre el peronismo federal, territorial, el de los gobernadores, intendentes, sindicalistas que se manifiestan por lo bajo dispuestos a acompañarlo o los designios del Instituto Patria.
No parece haber espacio para los dos Albertos. Se hace cargo de la misa o va a la procesión.
Alguien tiene que hacerse cargo de las duras tareas que se vienen. El ajuste es inevitable. Lo ejecuta el Gobierno y o lo precipita la realidad. En cualquier caso será doloroso.
La idea de sentar a la oposición a una mesa de acuerdo tropieza con una dificultad. Nadie está dispuesto a consensuar nada sin la presencia física de Cristina Fernández de Kirchner. Ella es requerida como garante.
La recta final hacia las generales encuentra a la economía con todas sus variables descontroladas. El dólar no encuentra su techo, sigue subiendo el riesgo país y los datos de inflación que se conocerán esta semana no auguran nada bueno. El precio de los alimentos es por lejos el dato más sensible.
En la calle hay enojo y decepción. La gente siente que el Gobierno no ha logrado resolver uno solo de sus problemas. Muy por el contrario, los ha agravado.
Un dato inquietante. En los barrios del Gran Buenos Aires son muchos los jóvenes que no se presentaron a votar. Está costando convencerlos de los beneficios de las urnas. Todo un tema.
Por Mónica Gutiérrez
@monigps